Dichos siempre inconclusos sobre mi polilla

Tuve una mariposa en la panza. No fue mi mariposa ni mi panza, pero la sentí. En realidad, es una polilla que se choca con las paredes, dejando el polvo de sus alas en todas partes.

Robaría flores de todos los jardines, buscando la belleza que le quiero regalar.

– Con todo respeto, señora, me llevo estos lirios y un clavel. ¿Cómo que son para los muertos? ¿No ve que estoy renaciendo?

Arrancaría versos de cien canciones. ¿Alguien me habrá nombrado alguna vez? ¿Qué saben los poetas y todos los artistas sobre encarnar ternura, deseo y placer?

– Disculpen la soberbia, señores, pero acá está. Sus palabras no me alcanzan.